viernes, octubre 17, 2008

Tomo y obligo (mándese un trago)

A estas noches tengo que escribirlas. Porque las palabras se las lleva el viento y el recuerdo que no sale de mi cabeza va a morir en un cajón. Me está faltando tiempo y estoy viviendo en la oscuridad. Y la vida bohemia bajo las estrellas está buena, es cansadora sí, pero abundante en historias. La verdad es que yo quiero un poco de luz, quiero sol y retozar alegremente por el parque, cantar a grito pelado Let the sunshine in, cortar una flor y comérmela, pero ya dije: me falta tiempo. Y mientras no lo tenga, el whisky va a ser mí mejor amigo, el bar mi segunda casa y la noche mi refugio. No es un camino a la autodestrucción sino un intento muchas veces patético y mediocre— lo sé— de zafar de una rutina que me deja poco margen de acción. Lo que también sé, y me reconforta, es que en los bares no existen dos noches iguales, que se viven historias y siempre se conoce una nueva. En los bares todavía se habla, no murió la tertulia, se discute, se piensa, se ríe, se llora. Hay vida. Es uno de los últimos bastiones contra el vértigo del progreso. Ese bar al que voy yo podría ser el mismo al que iban mis abuelos en la década del 40. Seguramente en este habrá menos humo y el ruido de una televisión prendida que sustituye al de la radio que pasaba tangos. Pero es lo mismo. Me gusta que haya cosas que no cambien. Me apasiona la simpleza de lo minimalista. Un mostrador, varias copas y uno que te las vaya sirviendo mientras se le dice casi como un reflejo idiota “que llore, que llore esa malvada”. No se necesita nada más. Solo sentarse y poner en slow motion a un mundo que vive rápido. Bajar decibeles. Desconectarse. Mirar por la ventana, balconear la calle, y esperar los cuentos del próximo que atraviese la puerta.

Cada bar tiene sus personajes inconfundibles. El binomio del mozo y el borracho es tan clásico como apoyar el codo en el mostrador. Jorge, por ejemplo, sale de trabajar y sabe que la horma de su codo en la madera le va indicar su lugar de siempre en la barra. Por lo general ya llega un tanto copeteado y el mozo, el barman, el cantinero, lo espera con su trago de costumbre. No hay casi necesidad de directivas: más o menos hielo, de acuerdo a la ocasión. Jorge cuenta chistes para toda la barra. Chistes muy malos y repetidos hasta el hartazgo que todos le festejan. Los parroquianos se ríen justamente por eso, por lo malo de sus cuentos y el empeño que pone para contarlos como si fuera la primera vez mientras se pasa la lengua por el labio inferior. Afuera del bar está Roberto, otro personaje clásico: el de la ñata contra el vidrio. Roberto es un lumpen bastante demente que cuida coches y toma fernet. El vino lija y el alcohol rectificado le parecen terrajas, él es un linyera glamoroso. Se lo ve correr de a saltitos por la vereda, siempre con un vaso blanco de plástico en sus manos. Con el mayor respeto del mundo, Roberto le pide monedas al que se le cruce, y con honestidad brutal aclara que la limosna es sólo para conseguirse un trago. “Es para un fernet, señor, no es para nada más”, dice inclinando una y otra vez la cabeza y con las manos unidas en rezo. Cuando junta las monedas necesarias, cruza la puerta como pidiendo perdón por introducirse en un cosmos que no es el suyo. Baja la frente, se acerca hasta la barra y deja el vaso blanco esperando su elixir. Cuando el vaso está lleno se va contento a su pequeño mundo, que puede ser en una esquina o atrás de un container. Cerca y sin molestar a nadie.

La relación que cada ser tiene con el alcohol y su entorno me siguen pareciendo dignas de observar. Y admirar. Me gusta ver que todavía haya bares que contengan ese micromundo en que el tiempo parece detenido y atado a lo básico. El hombre, un bar, un whisky y miles de cuentos. En esos lugares siempre hay lugar para las pequeñas sorpresas. La otra vez estaba yo ojeando un diario en uno de estos bares, cuando de repente interrumpió apurado y jadeando un negro vestido con un traje impecable. Pidió un old times sin hielo. “Rápido, que tengo que entrar a trabajar”, apuró. Los dos que hacíamos barra intercambiamos miradas incrédulas. El grone, que se parecía mucho a Benson el de la serie de tevé, se tragó de un buche al amarillo nacional. Tiró un billete sobre la mesa y se fue casi corriendo. Eran cerca de las doce de la noche y recién se despertaban un millón de historias nocturnas bajo las estrellas. Los que estábamos ahí brindamos por eso. Salú.

15 comentarios:

Anónimo dijo...

De esto puedo escribir algo, si puedo salir de mi lenguaje de abogaducho. Mil anecdotas, como cuando venia el Nico del campo con mucha sed (y no de agua). Sin decirnos nada enfilabamos derecho para el viejo Valerio..y recien ahí comenzaba la charla. Le deciamos al mozo que no retirara las botellas de cerveza de la mesa aquella de chapa, no se para que, si para llevar la cuenta o para demostrar q tomabamos-como buenos canarios-mas que todos por ahi...
Espero que no se globalice el bar de la esquina tambien

CALM dijo...

Excelente, con las ganas que produce el querer seguir leyendo.

Posdata: Que aparezca la loteria del GREEN CARD cuando abro los comentarios es tu querer informar, al uno enfrentar bares montevideandos y starbucks, de un deseo escondido, extraño e incompatible de tu psiquis.
Aunque mi busqueda de algo divertido para decir es verdad solo tiene una conclusión: Hazte mirar el HTML de tu pag querido.

La Morla - Vivito y Coleando (no culeando)

Adrián Singer dijo...

Brindo por ese placer perdido...

Anónimo dijo...

sos un terraja de campeonato, ni vos te crees lo que escribis

O bepi dijo...

Por supuesto que no me lo creo,si yo no tomo una gota de alcohol.

Anónimo dijo...

Hic!
rucucu

Anónimo dijo...

Buena anécdota y mejores personas.
Aguante el grone nacional y el linyera glamoroso, verdaderos personajes de la decadente noche montevideana.
Sería bueno tener la dirección de esos baruchos.
Saludos,
Horacio, el capo del fondo blanco.

Anónimo dijo...

qué lamentable como decayó este blog

O bepi dijo...

¿Y cuándo estuvo alto?

Anónimo dijo...

vamos, no seas tan modesto

Anónimo dijo...

No sé el blog....pero yo propongo levantar nuestras copas....Mozo!!
rucucu

Embajada del Uruguay en Qatar dijo...

Una sola palabra: precioso.

Embajada del Uruguay en Qatar dijo...

Una sola palabra: precioso.

Adrián Singer dijo...

Perdón, Bepi, volví a perder tu email. Escribime pls a adriansinger@hotmail.com.
Danke.

CALM dijo...

Bueno, "Tome, oblige" (como reza su post) y escriba. No se detenga, no piense, solo escriba por favor que me gusta mucho su lectura.