Grandes dudas, y mejores personas

Grandes preguntas sin respuestas. Dudas que me asaltan en cada esquina y me agarran con la guardia baja. Piñazos al estómago que soy incapaz de devolver. Me dejan con la boca abierta, la mandíbula por el piso, sin posibilidad de articular una palabra que arroje luz sobre lo oscuro. Todo negro es el color de la incertidumbre. La primera: Alejandro Ferreiro. Ay, Alejandro, Alejandrito. ¿Qué pasa con esa cara de mandril preguntón y reflexivo? Qué necesidad, pero qué necesidad tenés, decime, de torturarme así. De hacer explotar mis niveles de rechinancia cada vez que invitás a tus entrevistados con un té prensado en China hace 30 años. O con un pan de ajo casero que hicieron los indios de Guatemala en cautiverio. O con un café colombiano molido a la vista por un negrito en la zona selvática de Yaguará. Qué necesidad de ser tan locón, Alejandrito. Tengo algunas otras preguntas referidas a tu ser, querido amigo Alejandro, pero escribo, hago memoria, y al mismo tiempo experimento los síntomas de la incredulidad ante lo kitsch. Y me quedo inmóvil. Me tranco. La segunda: Los parodistas. ¿Qué onda con los parodistas? ¿Alguien me lo puede explicar? ¿Por qué existen? ¿Qué hay detrás de esos trajes brillantes, esas caritas de guasón con purpurina y esos alaridos desgarradores que pegan cuando tratan de cantar? ¿Qué traman? ¿De qué me estoy perdiendo? ¿Qué hago mirando VTV? La tercera: Comentaristas de Montevideo.com. Hola, infradotados, ¿cómo andan? A ustedes les escribo. Seh, seh... yo entiendo que una noticia como la de los cambios en el gabinete genere una andanada de discusiones suyas. Unos 748 comentarios que sirven para que descarguen sus frustraciones y resentimientos. Yo entiendo. Ahora, lo que me tranca la mandíbula, lo que me deja un tanto perplejo es esa necesidad que tienen de comentar (y discutir) en cada puta nota. Por favor, explíquenme que raro resorte interno les obstruye el cerebro y les acciona los dedos como para generar un debate en torno a la curiosidad de que una pitón se lastró a un perro en Australia. Díganme, en serio, ¿qué clase de subnormales son? Dale, no me jodan, ¿de dónde salen? Cuando los leo me indigno tanto que hasta podría considerar a Ferreiro como un buen tipo y a los parodistas como seres humanos. Miren lo que les digo.