No sé qué pasa con las palomas. Ni idea de cuál es el problema que tienen conmigo. Porque es conmigo, si yo cada vez que paso por esa puta vereda las veo muy contentas y respetuosas al lado de un anciano, así que el problema no es con los humanos, es conmigo nomás. Es personal. Sólo es una cuadra, en realidad menos, porque son apenas unos metros los que ocupan estas indeseables, pero es una cuadra que me pone inquieto: antes, durante y después de pasarla.
La cuadra es justo la última que tengo que caminar antes de llegar al laburo, por lo que ya vengo predispuesto al malhumor. Pocas veces llego chiflando y bailando al trabajo, pocas veces.
Cuando vengo caminando, así como distraído, y noto de reojo a esas hijas de puta ya me entro a poner en guardia, el trabajo me espera y las palomas también.
El antes: veo a más de 15 palomas que se disputan migajas de un pan viejo que otro viejo les tira desde la baja ventana de su casa. Veo que las palomas me miran malignamente, que saben que estoy llegando y que les voy a pisar todas sus putas migajas, me miran como creyéndose dueñas de la vereda, y se preparan, indiferentes, a hacerme notar que no soy bienvenido en ese espacio, en esos pocos metros de la cuadra.
El durante: con total impunidad las palomas de mierda levantan vuelo sobre mi cara, cierro la boca, si pudiera cerrar la nariz también la cerraba, siento el flap flap flap de su aleteo, tendría que cerrar las orejas además, me vuelan por encima de la cabeza, espero que ellas cierren su orto, me revolotean sus alas por el contorno de mi cuerpo pero no me tocan, me joden, las palomas me joden!!!, es como si las muy pelotudas se burlaran: “el aire es libre, no te toco”.
Como un enajenado, hago ademanes bruscos para espantarlas, y las putas apenas si se mueven.
El después: terminó la batalla, de la forma menos elegante atravesé la trampa de alas.
Sigo caminado, miro por sobre mis hombros cómo las palomas vuelven a tierra a comer los pedazos del pan viejo del viejo. Las puteo en voz alta, sé que me escuchan.
Pero ellas siguen ahí, indiferentes y victoriosas.
Lo que les falta es cagarme.
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7 comentarios:
La próximz llevá una chumbera. Que yo sepa matar palomas no es delito.
"Próxima vez" debí decir.
A las palomas no hay con qué darle, no se mueren, Robert. ¿Viste alguna paloma muerta alguna vez?
Tendrían que haber millones de palomas muertas en la calle, pero no, están todas vivas, y todas me rompen las pelotas.
Si querés te presto amis perras (en el sentido literal de la palabra) que matan a cuanto pájaro se le pasa por adelante, gaviotas incluídas.
recomiendo La Novela Luminosa de Mario Levrero, reflexiona mucho sobre este tema.
Una novela que reflexiona mucho sobre ese tema no merece ser leída. Con un post como hizo el bepi alcanza y sobra.
Gracias por la recomedacion, Hy. Hace tiempo que quiero leer a Levrero, si está en contra de las palomas, más aún.
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