Flatulenta Tevé

Inaugurando el ciclo “Reflexiones al Pedo Mirando la Tele”, el crítico radial Arturo “Abel” Duarte Delongo (hijo) se explaya a sus anchas sobre todo lo que pudo ver y, por supuesto, reflexionar en los extensos minutos en los que estuvo estaqueado frente a la comúnmente mal llamada “caja boba”.

Oigámoslon:

“Como no me funca el control remoto y se me acalambró el dedo gordo del pie estuve aprisionado por unos minutos mirando el programa Zona Urbana. Estaban presentando un informe interesaaaaaaaaantísimo del robo de cables de UTE y de ANTEL. Muy loco. Manejaron unos datos re groooosos de la cantidad de cables que se roban, de cuanta plata hacen los chorros, de cuanta guita pierde el Estado, uy, tanta información que ahora me mareo y me es imposible retransmitirla. En fin, no importa. En determinado momento desde el piso anuncian una nota grabada. Y ahí va el tape: Es de noche en algún barrio marginal de la ciudad, clima muy denso mostrado ágilmente con cámara en mano y acompañado con alguna musiqueta al tono. Todo muy heavy. Faltaba Cecilia Bonino nomás, más no... ¡Oh sorpresa! Sucede que en medio de tan lúgubre ambiente no aparece la ratoncito sino nuestro periodista favorito Gabriel Pereyra. Al comienzo se lo ve de espaldas a la pantalla. Está vestido así como un pendejo desarreglado, luce un buzo con capucha, pantalones rotosos y sucios, bien como para generar empatía con su entrevistado: un lúmpen, un planchita de 17 años que tenía como oficio robar cables de Antel.
La nota se desarrolla. Se puede ver al periodista estrella disfrazado de chaplan y al autentico caminando por esos caminos de Dios, conversando. El uno inquiriendo, incomodando como sólo él lo sabe hacer, y el otro contestando como puede (vité).
Era muuuuy jugada la nota, arriesgada, incisiva. Se la imaginan.
Al mejor estilo Uma Thurman en Kill Bill me concentré en darle órdenes al dedo gordo del pie para que se moviera y me saque de ese suplicio. Pero no, no hubo caso.
Seguí mirando.
Con la atención puesta en la pantalla es que llegó la reflexión al pedo del día.
Resulta que al planchita le difuminaron la cara, claro, porque la nota era suuuuuuperarriesgada, una exclusiva del carajo, no iban a sacar a un chorro roba cables de Antel así como así, a cara lavada por televisión.
Entonces, después de ver esas imágenes la reflexión acudió a mi cabeza y en esta oportunidad vino camuflada en unas cuantas preguntas: ¿Y por qué mierda no le difuminaron la cara también al inmundo de Gabriel Pereyra?. ¿Por qué no aprovecharon la volada y nos evitaban la tortura de tener que ver esa cara de gremlin comprometido con la causa periodística?. ¿Por qué nos tuvimos que fumar esa nariz con comba asomando de la capucha por más de cinco minutos? ¿No les alcanzaba el efecto difuminador para tanto pedazo de rostro?. ¿Por qué nos hicieron sufrir con ese contraste maligno que permitía ver una cara totalmente borroneada y la otra (justamente la peor, me aventuro a decir sin poder haberle visto la jeta al planchita que debería ser feo pero nunca más feo que el atentado que tiene por rostro Pereyra) perfectamente nítida?. Otra cosa. ¿Por qué lo dejan al engendro éste hacer las locuciones en off de sus informes? Y ya que noto que es mucho pedir que le borroneen la cara ¿Por qué carajo no le distorsionan la voz y ponen una más tolerable al oído humano? ¿Por qué me tengo que aguantar al gallo claudio jugando a ser locutor? ¿Por qué mierda no me funca el control remoto? ¿Por qué? ¿Eh? ¿Eh?......¿Eh?”

Bien, amigos, así abruptamente pasó entonces la reflexión al pedo del día de hoy.
Porque si hay algo que tiene la reflexión al pedo es que es abrupta.
Igual que un pedo.
Sí, como un pedo de esos que llegan sin avisar y se quedan por un rato, molestando.