Aplauso Colectivo

Me pasó dos veces la semana pasada. Y en la dos ocasiones terminé mirando por la ventana mientras metía mis manos en los bolsillos y pensaba pero sí es tan fácil seguirme, qué les cuesta, pacatos. Cada vez que se sube al ómnibus un artista callejero que logre distraerme unos minutos del tedioso viaje, lo aplaudo. Generalmente no soy yo quien inicia ese aplauso, sino que más bien lo acompaño. El primero de ellos subió a cantar unas canciones de Zitarrosa, era bastante viejo, tenía bigotes a lo Alcides Gighia, y cantó con mucha dignidad y pasión. El segundo era un gordo bastante freak, que recitaba poemas y extractos de cuentos clásicos infantiles, me pareció original. A los dos los aplaudí- convencido, con fuerza- al finalizar sus actuaciones. En los dos casos fui el único de todo el bondi. Y detesto eso. Tener tan poco de poder de convocatoria.