“¡Truco te rompo el culo!”, decía
el tío Pascual cuando tenía buenas cartas, y enseguida esbozaba una
sonrisa maliciosa y desafiante por debajo del bigote. Lo estoy
viendo, te juro. Ahí está donde siempre, donde hoy lo quiero
recordar: en la parrilla de la casa de Las Toscas, recostado en el
banco, apurando un whiskola y atento a todas—todas— las
conversaciones. Él en el centro y los demás alrededor. Así era la
cosa. Para todo lo que se hablaba en los asados tenía una respuesta.
Y si no la sabía, la maquillaba con tal destreza que te hacía dudar
si en verdad este tipo no sería nomás amigo de todo el mundo y
había sido protagonista de las mejores historias. “¡Pero...si
está en la tapa del broli!”, te decía victorioso cuando le dabas
la razón en algo. “Hacele caso a un gil”, susurruba con una
guiñada cómplice cada vez que te quería contrabandear algunos de
esos consejos paridos desde la filosofía de mostrador. El tío
Pascual tenía mucho boliche encima. Tenía calle, carpeta, cultura.
Pero todo eso quedaba muy pequeño ante lo inmenso de su generosidad.
Siempre preocupado por cómo estaban todos. “Cuidá mucho a
mamita”, me repetía desde que murió mi viejo. Estaba en los
detalles, dando su mano sin esperar nada. Ahí lo veo con la escoba,
barriendo las hojas de los árboles que plantó su padre, limpiando
la parrilla, trayendo la leña, acomodando todo para recibir las
visitas, prendiendo el fuego. El tío Pascual, el gran anfitrión, no
esperaba: hacía. A veces se le quemaban los chorizos, es verdad,
pero los hacía. Y si no, los dirigía desde lejos, no importa.
Arrimaba brasas y se iba a seguir discutiendo de política. La
cuestión es que esos asados no eran otra cosa para él que la excusa
perfecta para rendirle culto a la amistad y a la familia. Y a todos
los que nos fuimos sumando. Pascual integró a todos. A mi me hizo
sentir siempre en casa y por eso hoy le dedico estas líneas entreveradas y melancólicas.
Ayer de noche me llamaron para decirme
que el tío Pascual se habia muerto. ¡Qué se va a morir! Mueren los
que no dejan nada. Los que se van sin haber sembrado. Pero Pascual
no, qué se va a morir el tío Pascual si nos dejó todo esto. Nos
dejó el alma para que sigamos la fiesta. Salú, Pascual.
7 comentarios:
Muy lindo, me sacaste una lagrima. Abrazo grande.
Es una expresión de lo que todos sentimos. Muchas gracias. Susana
Recuerdo hasta hoy ir en la camioneta roja de Raúl, buscandonos en los cumples, quedarme en su casa y en las toscas siempre con cariño con todos, recuerdos felices desde mi infancia , un abrazo a toda la familia!
Adriana Soucoff
Tal cual x siempre!!!
Que tipo querible!
Bastaba un asado para querer ser un sobrino más.
Salú Pascual!
Diego
Muy lindo! Seguro está arriba con papá haciendo un asadito y brindando por la familia..
S.C.
Creo que no hay otra forma de recordarlo... hay que seguir sus pasos y hacerle culto a la familia y la amistad. Salú Pascual.
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