miércoles, septiembre 15, 2010

Papá

Nunca abandonó el humor. Ni aún cuando la enfermedad se encarnizaba con él y cascoteaba sin tregua a todo su cuerpo. No lo perdió cuando ya no podía caminar dos pasos y como si fuera un viejo guerrero gritó riendo: ¡de a cuatro me tuvieron que llevar!, mientras lo acercábamos a su último viaje en ambulancia. Tampoco se le fue durante sus semanas internado, cuando discutía con una enfermera porque la comida no estaba “mojada” como a él le gustaba o cuando desde su cama mantenía duelos dialécticos de viejos comerciantes con uno de sus amigos y cliente de toda la vida. Cuando me miraba con cara de niño travieso porque se le había desprendido una vía y decía: “ ahora está difícil para Tauro”. No abandonó la risa, ni esa mirada cálida, en algunas de las noches que se quedaba solo en la habitación, con la radio en su oreja escuchando viejas canciones en Sarandí y soñándose bailando con su pierna levantada y chasqueando los dedos. No tuvo rabia, ni rencor cuando supo que ya no iba a poder ver el mar. Ese mar que él amó como pocos hombres han amado el mar alguna vez en esta tierra. Sonrío imaginándolo, le brillaron sus ojos, que estaban tan verdes como el agua de Santa Teresa, y lo despidió barrenando olas en su cabeza.

Aunque en estos días todos nos dimos cuenta que la muerte no tiene nada de romántico, él se empeñó en que su partida tuviera algo cinematográfico, épico. Buscaba frases que lo inmortalizaran, sin saber que una de sus últimas palabras -“¡qué cagada!”- resumieron a la perfección, y con humor involuntario, el sentimiento del que se está yendo y no se quiere ir. Cuando Papá asumió por fin que se iba a morir, me dijo que le gustaría que viniera Clint Eastwood. Así nomás. Lo miré un tanto perplejo y él siguió el cuento. Entonó como pudo la melodía de “El Bueno, el Malo y el Feo”, y dijo que le encantaría que Clint, con su mirada recia y su tabaco finito colgándole de la boca, le pegara un tiro a esa soga que lo estaba asfixiando y lo salvara.

Yo sé bien, Papá, que esa bala dio en el blanco y te fuiste cabalgando libre a otros lados. Esperame ahí por donde estés, que algún día vamos a seguir riendo juntos.

13 comentarios:

bicha dijo...

esto debe ser lo más lindo que escribiste, fede. un abrazo.

bicha dijo...

esto debe ser lo más lindo que escribiste, fede. un abrazo.

Anónimo dijo...

De tal palo , tal astilla.
Se fue un grande y nos queda otro entre nosotros.

Anónimo dijo...

Hacia meses que no entraba. Hoy me dio por entrar y escribiste ayer....esto. Sobrenatural. Abrazo con sonrisa.
rucucu

Anónimo dijo...

Abrazo, Fede.
Tato

Anónimo dijo...

Abrazo, Fede.
Tato

Anónimo dijo...

Hermoso bro, simplemente hermoso.
Gran abrazo y fuerza hermano
el guari

Anita dijo...

Divino Fede me emociono mucho, bss. Ana.M

Anónimo dijo...

No ves que va la luna rodando por Callao;
que un corso de astronautas y niños, con un vals,
me baila alrededor... Baila! Veni! Vola!

Adrián Singer dijo...

Lo que describís en el primer párrafo es tal cual la partida de mi viejo, su humor, su calidez, sus ojos verdes, todo igualito. Fuerte, muy fuerte, igual de fuerte que, si se puede, te pido que seas por estos días. Que no sepas más de dolor, estiro mis manos hacia el teclado como para llegar a tu dorso y darte un abrazo sincero. Saludos amigo!

Anónimo dijo...

Destapo una birra y brindo por los recuerdos mas lindos.

Te mando un abrazo desde al lado tuyo.

A.

O bepi dijo...

Abrazo grande a todos. Gracias por estar.

Aroa dijo...

Me ha gustado mucho tu texto.