Citas citables

Un día de esos grises. Apáticos. Un sábado donde no parece pasar mucho. Me fumo un pucho en la vereda. Hago tiempo antes de escaparme del laburo. Pienso. Miro la poca gente que pasa por la ciudad desierta. Se va un año. Viene otro. Y lo tomo con la misma apatía con la que fumo el cigarro en este día apático y sin color. Hace unos años, los últimos latidos de un año que se iba retumbaban más fuertes en mi cuerpo, vibraban.
La expectativa esa de empezar y terminar algo era más evidente. Ahora no. Hace tiempo que no. No logro contagiarme ni un poco de la adrenalina de esta fecha, del ánimo festivo, de la sidra y el champagne. Ni balances ni promesas. Cambia el almanaque y a otra cosa, pienso. Un taxi se detiene al lado del kiosco. Para justo atrás de otro taxi que tiene a un aburrido tachero en su interior, mirando la lejanía, sumergido en sus pensamientos, como yo. Los observo. El de atrás sale del auto. Gordo, pelo bien blanco y con una camisa a rayas rojas y blancas. Un gran chirimbolo en el asfalto. Pura alegría. Se acerca bailando al taxi del tedio. Le golpea la ventanilla al tachero aburrido. Lo saca del hastío. “La vida es una milonga, hay que saberla bailar nada más”, dice el gordo y quiebra la cintura. Yo apago el cigarro y subo con una sonrisa. Tarareando alguna musiquita festiva en mi cabeza.