Divino Buenos Aires

Pero qué hijos de puta. Así, con lentitud, casi suspirando las palabras lo digo. Gran Hermano. Dos facheritos, metrosexuales del orto, le histeriquean a una pendeja. La apretan, le dan besos en la espalda, cachondean. Ella les dice lo que piensa de ellos, lo lindos que son. Ellos recuerdan sus primeras impresiones en la casa. “Lo único que pensaba cuando entré era: por favor que no haya nadie más fachero que yo. Y cuando lo vi a él, con esa cara de gato, ese pelo, me quería morir”, dice uno de los pibes sobre el otro. Asco. Arcadas. Vergüenza ajena. Zapping. “Denuncia que lo discriminaron en un boliche por ser muy fachero”, dice el sobreimpreso de Crónica TV. En la imagen aparece un tipo viejo, pelado, de lentes, traje color pastel y pañuelo tanguero en el cuello. Actitud 100 %. Un Isidoro Cañones avejentado, un porteño de cómic. Va a los boliches y reparte tarjetas personales con su nombre. Se llama Daniel y su tarjeta tiene impreso dos corazones y una frase sugerente del estilo “te invito a que me conozcas”. Una onda muy de volante de casa de masajes, en verdad. Pero qué hijo de puta. Lo entrevistan. “¿Usted sugiere que no lo dejan entrar más a este local porque le tienen envidia, por su éxito con las mujeres, quizás?”, pregunta el astuto cronista. “Y claro, es obvio”, responde Daniel, arqueando las cejas. Música de situación y aparece el winner del subdesarrollo abrazado a un gato ¿paraguayo?, un supuesto levante, que no duda en mostrar sus piernas y sonreírle a la cámara mientras defiende al discriminado. Pero qué hijos de puta, así suspirando las palabras. Zapping. Baile del caño. Zapping.