Yo nunca sé en qué momento me van a presionar con algo. Es que para mí hasta lo más estúpido se puede volver presión. A ver, contáme un chiste, me dicen. Y ahí nomás me siento en la necesidad de hacer reír. Y pierdo. Por la presión claro, la presión me mata. Primero porque no sé cuál de los pocos chistes que me acuerdo está bueno como para contarlo. Después porque si en esos segundos en que voy haciendo el apurado research en mi cabeza llego a encontrar uno que valga la pena, enseguida dudo si me da como para actuarlo con la gracia que merece. Y ahí me quedo, como un idiota, pensando en un chiste que no voy a saber contarlo.
Y me ganó la presión. Aunque en realidad, en el caso de los chistes no siempre fallo por la presión. También fallo por mi incompetencia. Yo soy malo hasta contando ese chiste cortito y al pie, ese con remate fácil que sabés que está bueno, pero que nadie te pidió que lo contaras.Creo que es el formato chiste el que me mata. El hecho de que haya un esquema que respetar: principio, desarrollo y un final. Sin embargo, con la anécdota no me pasa igual. Ojo, soy muy malo contando anécdotas, pero no me gana la presión. Con el formato anécdota me siento más cómodo. Ahí no hay presión que valga. Me la pedís y te la doy. Arranco y te la cuento. Ahora; lo que me está pasando últimamente con las anécdotas es bastante humillante. Me río continuamente y demoro en contarla, y entonces voy generando una expectativa al pedo, porque cuando termino el relato lo único que se escucha es un rotundo y desolador: cri cri cri
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3 comentarios:
Ahí va una anécdota corta: el miércoles de noche me tomo un octavo de tripa en un cumpleaños, algo en apariencia innecesario, por ser miércoles de noche y por ser Montevideo, cuando, se sabe, la tripa es algo más para el fin de semana y para otros lugares, una playa, por ejemplo. Pero ta, entre tanto drogón no quise quedar afuera; uno al final es como niño chico o como perro abombado, curioso, inconsciente y recibe todo lo que le extiendan enfrente.
Así que a eso de las dos de la mañana, con bastante vino arriba y algo de tequila, me fumé el porro que activa. Enseguida, al minuto de fumar, me di cuenta que estaba aburrido, que no quería hablar con nadie, que no quería escuchar música, que no quería nada, que quería irme para mi casa. Y después de algunas cavilaciones y amagues, me fui. No habían pasado tres cuadras de caminata, cuando noté la tripa y la mezcla. Metralleta de hipotésis y resoluciones: ¿qué hago? ¿Vuelvo al cumpleaños? No, por algo me fui. Pero en casa no me duermo. Estoy como loco. Paaa, el pulso no es normal (tres dedos aprentando la muñeca). Concha de la madre. otro ataque de pánico y de tripa, toy cocinado. Ta, basta de boludeces. Llamo a alguien (tres llamados de celular, nadie atiende). Pará, ¿cuál es el motor de todo atauqe de pánico? Laposiblidad de crepar, de irse, de morir. ¿Me importa? No, me chupa un huevo, a esta altura. Llego a casa. Pongo un disco de blues viejo. No lo soporto. Me da paranoia. Quiero vomitar. No, mejor no. Me tomo un taxi y me voy de nuevo para el cumpelaños. No, mejor cambio de disco. Pongo uno de tango. Me tiro en la cama y estoy adentro del disco. Escucho seis vecdes de corrido la misma canción, Reponso de Aníbal Troilo. Impresionante. Me duermo de a poquitos. Me despierto sies horas después, bastante deshidratado.
El tango lo cura todo. Esa fue una muy buena anécdota. Nunca tomé tripa, pero conociendome como me conozco, ya veo que si algún día caigo en la tentación, imploto de los nervios. Como habrás visto, últimamente hasta un inofensivo porro me deja estúpido. "¿Groupie? yo no soy ningún groupie"
Uuu… era viernes. Había sido una semana de mierda, era el día perfecto para salir de noche y desconectarse. Salí del laburo sin mucha fuerza y con ganas de dormir una buena siesta, sin embargo hice mil ochocientas cosas y no pude descansar ni un minuto durante la tarde. Todo el día al palo. Y obvio, llegó la noche, me fumé un porro, alguna cerveza, y caí en la cama. De la una a las tres de la mañana. Era viernes, ba, ya sábado, y pedí que me despertaran porque quería disfrutar de la noche, no quería despertarme al otro día y darme cuenta que no había hecho nada. Me despertaron una vez, dos veces, y no sé como hice pero a los diez minutos ya estaba en la puerta del boliche y ya también había probado la planta. Una hermosa noche. Cada tanto me iba un rato, pensaba, volvía.
Al final volví bajo el rayo del sol y reflexionando. Ya no tenía sueño, y estaba feliz de haber dejado divertirme, disfrutando el momento, colgarme de algún algo.
Me desperté con decepción gracias a un ring del celular y desde ese momento comenzó el infierno, y empecé a buscar algo que no estaba.
Qué difuso es el límite entre el paraíso y el infierno, y qué tan poco o tan mucho se necesita para estar de uno u otro lado. Usted doctor bepi que recomienda para este caso, porque probé con el tango y no tuve resultados...
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